Las mejores atracciones para visitar en Pamplona

CATEDRAL DE PAMPLONA

El conjunto fue construido durante los siglos XIV y XV, sobre los restos de un templo románico. La fachada neoclásica de 1799 es de Ventura Rodríguez y el interior es gótico francés.

La campana María, situada en la torre izquierda, data de 1584 y es la segunda más grande de España, con sus 12 000 kilos. El claustro, terminado en el año 1472, está considerado como uno de los más bellos de Europa. La talla de Santa María la Real es románica del siglo XII, la imagen mariana más antigua de las conservadas en Navarra, y es de madera revestida en plata. El niño y el trono son añadidos, de los siglos XVII y XVIII respectivamente. Frente a ella se coronaban los reyes de Navarra.

La catedral alberga la exposición Occidens, en estancias originales de gran interés, como la cillería o el refectorio. Destacan el Relicario del Santo Sepulcro, que contiene un Lignum Crucis y diversas obras sacras. También son de destacar los retablos, la sillería del coro, de Esteban de Obray, el Santo Cristo de Anchieta, el sepulcro de alabastro de Carlos III el Noble y su esposa, de Johan Lome de Tournai, y la capilla Barbazana, con su bóveda gótica octogonal, que es la dependencia claustral más antigua.

EL PALACIO ARZOBISPAL

Este edificio, localizado en un lateral de la catedral y en la tranquila plaza de Santa María la Real, es la antigua sede de la principal autoridad religiosa del antiguo reino. En la Edad Media, en este espacio de la ciudad, estaba el barrio de la judería. Desde aquí se puede acceder al Baluarte del Labrit o tomar la Ronda Barbazana, el paseo de ronda de la muralla que protegía el noreste de la ciudad, resguardando el núcleo del poder religioso en la ciudad.

Las obras del edificio dieron comienzo en 1732 y terminaron en 1736, constituyendo un ejemplo de arquitectura barroca excelente, en donde trabajaron numerosos canteros, como Miguel de Barreneche. El resultado es una síntesis entre la arquitectura típica de la Zona Media de Navarra, donde predomina la sillería, y la arquitectura de la Ribera, donde predomina el ladrillo.

El edificio es de planta rectangular y las portadas de estilo churrigueresco, diseñadas a modo de retablo. La hornacina de una de ellas guarda una imagen de San Fermín, patrono de la diócesis.

Hoy el edificio es sede administrativa de toda la actividad episcopal y vivienda del arzobispo. También se encuentra aquí el Archivo Diocesano de Pamplona, ubicado en un pabellón del siglo XVIII, que comunica la Casa Episcopal con la Catedral.

LA CATEDRAL DE PAMPLONA Y HEMINGWAY

En un momento de la novela ‘The Sun Also Rises/Fiesta’, su protagonista, Jake Barnes, después de dar un paseo por Pamplona, se encuentra con la catedral. “Al final de la calle vi la catedral, y me encaminé hacia ella. La primera vez que la había visto pensé que tenía una fea fachada, pero ahora me gustó”. 
Se siente atraído por ella: “Entré. Estaba obscuro y los pilares subían altísimo y había gente que rezaba y un fuerte olor a incienso. Las vidrieras eran maravillosamente grandes. Me arrodillé y empecé a rezar, y lo hice por todos en los que pensé: Brett y Mike; Bill y Robert Cohn y yo mismo, y todos los toreros, primero los que me gustaban y luego los demás; volví a rezar por mí…”

La actual Catedral Santa María de Pamplona es un templo gótico construido como consecuencia del derrumbe de la antigua catedral románica en el año 1389. El Claustro es la joya de la Catedral de Pamplona, y una de las cumbres del estilo gótico. La “fea fachada” que cita Hemingway en ‘The Sun Also Rises’ pertenece al estilo neoclásico, construida entre 1784 y 1800.

PLAZA DEL CASTILLO

Se la podría considerar como el corazón de la ciudad, su centro neurálgico. Sus casi 14.000 m²  han sido un punto clave a lo largo de la historia pamplonesa. Su nombre proviene del castillo que estaba situado en su parte oriental, en la zona de la bajada de Javier, construido por Luis Hutín en 1310 y que tomó la plaza como patio de armas. Durante la edad media sirvió de tierra de nadie en los momentos difíciles entre los tres burgos; además de su función militar, fue mercado en 1324 y, en el siglo XIV, se utilizó para sembrar hierbas y trigo. 

Luego se convirtió en un descampado, hasta que en el siglo XVII se fue incorporando a la vida urbana de la ciudad. Hasta mediados de siglo no se empezaron a instalar viviendas y lo hicieron con dificultad, debido a la falta de tradición urbana del lugar. Su proceso de construcción se prolongó hasta el siglo XVIII.

La plaza se configuró pronto como un espacio de ocio y espectáculos ideal. Desde 1405 acogió las celebraciones y justas que festejaban las efemérides monárquicas o los patronos de la ciudad. Además, desde 1385 hasta 1844 (año de construcción de una plaza de toros estable) fue aquí donde se desarrollaron prácticamente todas las corridas de toros. La primera construcción, en torno a 1612, obedece a este contexto, ya que fue la casa del toril, que hoy coincidiría con el nº 37 que da sobre el lado occidental. Más tarde, en el siglo XIX, justas y toros dieron paso a los cafés, manteniendo su función social que, junto con otros servicios, mantiene hasta nuestros días. 
El kiosco del centro, de 1943, sustituyó a otro de madera de 1910, que a su vez se instaló en lugar de la fuente dieciochesca de la Beneficencia de Luis Paret. Su estatua principal, la Mariblanca, está hoy en los jardines de la Taconera.

Los recientes trabajos de excavación motivados por la construcción de un aparcamiento y la reurbanización de la plaza han sacado a la luz restos arqueológicos de diferentes periodos. Se ha recuperado un fragmento de un mosaico romano, se han encontrado un centenar de inhumaciones de una necrópolis musulmana y se han hallado restos del convento medieval de Santiago, con más de medio centenar de sepulturas. Además, parte del tramo oriental de la primera muralla de la población de San Nicolás quedó integrada en el aparcamiento.

LA PLAZA DEL CASTILLO Y HEMINGWAY

La plaza del Castillo es el corazón de Pamplona. El punto a través del cual se canaliza toda la vida de la ciudad. Es el primer lugar de la ciudad que conoció Ernest Hemingway cuando llegó junto con su mujer Hadley Richardson el 6 de julio de 1923. Hemingway hizo de la plaza su lugar indispensable de la ciudad. 

En la plaza se encuentra el Café Iruña, histórico bar y punto de reunión de los protagonistas de ‘The Sun Also Rises/Fiesta’. Cerca está el centenario Hotel La Perla y, justo enfrente, el edificio que albergaba al desaparecido Hotel Quintana y, a su lado, el bar Txoko. Los protagonistas de la novela de Hemingway también pasean sus cuerpos por la plaza por los ya desaparecidos Café Suizo (número 37) y bar Torino, Milano en la novela (número 3), y el propio escritor americano disfrutó en 1953 de otro café ya desaparecido: el Kutz (entre el pasaje de la Jacoba y el Café Iruña). 

Los protagonistas de ‘The Sun Also Rises/Fiesta’ llegan en coche a Pamplona a “la gran plaza… Hacía calor en la plaza y estaban verdes los árboles, y las banderas colgaban lacias de las astas, y fue grato salir al sol e introducirse en la sombra de los soportales que recorren la plaza por sus cuatro costados”. 

Hemingway disfrutó en la plaza del Castillo, que también la conoció con los nombres de la Constitución y de la República, del lanzamiento de los cohetes que indicaban el inicio de las fiestas de San Fermín (el Chupinazo desde el Ayuntamiento comenzó a lanzarse en 1939) e incluso se apenó en 1931 al comprobar que habían movido el Teatro Gayarre de ubicación y ya no cerraba la plaza. 

Desde la plaza del Castillo Hemingway y su grupo de amigos y amigas tomaron el autobús que le llevó a Auritz-Burguete (reflejado en ‘The Sun Also Rises’). Durante el viaje hicieron amistad con los paisanos. En la novela Bill Gordon, amigo del protagonista, no duda en decir: “Estos vascos son gente maravillosa”.

MONUMENTO AL ENCIERRO

Cuando un momento fugaz se transforma en imperecedero, conserva toda la intensidad de aquello que lo hizo valioso. Quizá eso fue lo que pensó el escultor bilbaíno Rafael Huerta al idear el conjunto escultórico dedicado al encierro.

La obra congela en un instante la carrera de los mozos perseguidos por los toros, con una atrevida habilidad y un acertado equilibrio de fuerzas que dejan entrever la angustia constante y el valor.

La paradoja del “dinamismo congelado” se muestra ante nuestros ojos, y parece como si los morlacos quisieran salir de su disfraz de bronce para recorrer una vez más las calles de Pamplona tras los valerosos mozos antes de volver a su molde perpetuo.

El monumento al encierro es una escultura en bronce colado que se alza elegante en la avenida Roncesvalles, mirando en dirección hacia la emblemática Plaza de Toros de Pamplona.

La obra es una ampliación del antiguo monumento que realizara el escultor bilbaíno Rafael Huerta Celaya en 1994. La escultura actual, es una armoniosa composición de once metros de largo y cuatro de ancho, que el mismo autor ha perfilado con inusitada calidad.

Un impresionante monumento concebido para ensalzar el mítico encierro de Pamplona. Representa con un realismo impactante el momento de mayor excitación para los corredores; ese en el que pueden sentir el aliento de los animales tras de sí. 11 mozos, en frenética carrera, tratan de conducir a la manada compuesta por 6 toros y 3 cabestros.

El dinamismo de los corredores se trasmite ampliamente. Algunos, caídos en el suelo, esperan no ser arrollados por los morlacos que pasan a su lado sin detenerse. Rafael Huerta ha conseguido plasmar gran equilibrio y movimiento a su obra gracias a la compensación de volúmenes hacia un lado y otro de los puntos de apoyo.

Disfrute de una vista completa de esta escultura rodeándola tranquilamente. Todos los mozos trasmiten con su pose, y también con su gesto, la misma emoción que se vive cada mañana de las fiestas de San Fermín. La angustia, el valor de los mozos y la potencia de los morlacos reflejan la constante lucha vivida con intensidad. Una escena que cautiva por su belleza.

Rafael Huerta, muy unido a la capital Navarra desde que la visitara tiempo atrás, pretende que toda persona que vea la obra vuelva a revivir la impresión que a él le causó el encierro, al que considera como una fuente de inspiración tanto por su estética como por la posibilidad que ofrece de captar distintos estados de ánimo.

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